Como ha sido el día de la madre y con premeditación y alevosía me he puesto pastelosa nivel "no apto para diabéticos", he empezado a recordar ciertas anécdotas muy graciosas acerca de mi niñez. Y luego me he parado a pensar en lo inocentes que somos en nuestra tierna infancia, y las cosas que se nos ocurren para darle sentido al mundo que nos rodea.
Por ejemplo, cuando era una niña me intrigaban mucho los ascensores. Tu salias de un sitio, entrabas en esa caja de los mil demonios y acababas en otro sitio. Yo pensaba que cualquier ascensor podría llevarme a mi casa, cuando descubrí que no era así y que los ascensores subían y bajaban, empecé a darle vueltas y a pensar como podía ser, así que me imaginaba a siete rudos hombres con monos azules tirando de una cuerda para subir y bajar el ascensor. Para empezar yo ya tenía claro que no quería trabajar de eso cuando fuera mayor. Menudo esfuerzo, todo el día subiendo y bajando y claro, si aun fuera yo sola... pero cuando se metía la vecina que era más gorda, yo sufría de pensar el esfuerzo que estarían haciendo esos hombres y ya solo por eso me subía andando los siete pisos.
Otra cosa que me sorprendió mucho fue enterarme de que en realidad no éramos ricos, yo lo deduje en un primer momento porque a todo el mundo le íbamos dando teléfonos. "Te doy mi teléfono" y yo pensaba, "serán cabrones, a todo dios le van dando teléfonos y yo que soy de la familia nada" con la ilusión que me hacía tener uno...
Luego están esas mentirijillas que te cuentan tus padres por diversos motivos. Como que si ponías caras raras se te quedaría con esa forma. Luego claro, veías a algún feo por la calle y todo cobraba sentido...
Y después de esto están ya, las mentiras elaboradas y de tradición familiar como por ejemplo que uno podía hablar con los reyes magos a través de lo enchufes, si, si, como lo oyes, a través de los enchufes, no les valía el rollo de la carta, no, solo les faltaba ponernos el tenedor en la mano...y nosotros como gilipollas hablándole a la pared. Con la ilusión que me hacía a mi hablar con lo reyes, me venía del colegio y de vez en cuando les contaba alguna batallita, que si me llegan a ver realizando tal actividad mis profesores me mandan derechita al Juan XXIII. Luego claro, que si no corras tanto que te vas a caer, que si ten cuidado con eso o te vas a sacar un ojo...
Bendita inocencia.